La histórica capilla de la Universidad Nacional, donde Camilo Torres fue capellán

2 dias ago 3
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Parece un tanto extraño que la universidad menos confesional y más laica del país haya cuidado, con gran esmero y respeto, la Capilla Cristo Maestro que se destaca por su exquisita arquitectura y por las pocas y particulares obras de arte que la adornan, aunque su conjunto sea austero como el que más. Y que se haya conservado por más de un siglo la institución de la Capellanía, que cumple importante función social no solo a los 36 mil estudiantes, sino a los profesores y a sus empleados.

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Tal vez, el hecho de que el reconocido y querido padre Camilo Torres Restrepo fuera su capellán, por allá en los años sesenta, y de que quienes lo antecedieron y lo precedieron hayan sido sacerdotes si no tan queridos como él, sí dignos sucesores de ese legado de cariño y cercanía con los estudiantes, trabajadores y directivas (puesto en práctica por Camilo en esos pocos años en que ocupó el cargo de capellán del que se enorgulleció en su corta vida), sean motivos de sobra para que esta capilla siga siendo punto de referencia para decenas de fieles de la comunidad universitaria.

Y de aquellos no tan fieles pero que encuentran en este espacio calma y ayuda no solo espiritual, sino también material.

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Lo que bien comienza…

La construcción de la capilla se remonta a 1949, un año después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. El concurso arquitectónico para su construcción lo ganaron dos arquitectos salidos de sus entrañas: Edgar Burbano, reconocido diseñador de la avenida Caracas de Bogotá y Alberto Iriarte, que se hizo popular por su apodo ‘Mefisto’, como firmaba sus obras. Los dos arquitectos se lucieron y su obra, desde esa época, se codea de tú a tú con diecisiete de los edificios de la universidad declarados como patrimoniales.

El proyecto arquitectónico se distingue, como se ha dicho, no solo por su belleza y sobriedad, sino por ser el primero en su género que diseñó el altar de cara al auditorio para establecer relación directa entre el oferente y los asistentes.

Es decir, el altar está concebido para que el celebrante o los celebrantes den la misa siempre de frente a su auditorio, al contrario de como se hacía hasta la celebración del Concilio Vaticano II —realizado en 1959 para la modernización de la Iglesia—, cuando los sacerdotes oficiaban de espaldas a su feligresía; fue en ese sínodo, precisamente, que se introdujo este cambio entre muchos otros.

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Variación a la que se adelantaron los arquitectos Iriarte y Burbano y que fue entendida hace setenta años como símbolo inequívoco de la democracia política y social inherente a la universidad más importante y grande en esa época y que, con el correr de los años, si no es la primera, siempre está en el codiciado grupo de las mejores.

La Capilla Cristo Maestro se inauguró en octubre de 1953, un recinto que era necesario para servir de apoyo a la labor de la Capellanía, la cual desde finales del siglo XIX ha cumplido las funciones de acompañamiento espiritual a la comunidad universitaria, de alumnos y profesores.

Desde siempre ha habido dos capellanes. En la actualidad ocupan ese cargo los padres Campo Elías Robayo Cruz y Luis Carlos Bernal, quienes, además de sus labores diarias, se han empeñado en organizar eventos para no dejar pasar desapercibido el cumpleaños de la capilla.

Desde la fundación de la Capellanía hasta 1974 hubo un delegado del arzobispo de Bogotá en el Consejo Superior, en ese año el cargo fue eliminado dado el carácter laico de la universidad.

Las obras artísticas que se encuentran en el interior de la capilla fueron encomendadas por concurso, o de manera directa, a importantes y destacados pintores como el artista Miguel Sopó Duque, de la población cundinamarquesa de Zipaquirá, quien, por sus méritos, realizó el frontis de la capilla, el viacrucis (sus catorce estaciones fueron fundidas en bronce) y la escultura de Cristo crucificado —también en bronce—, sostenido en una base de madera de eucalipto.

El pintor francés Paul Boné fue el encargado de elaborar el vitral que cubre la pared hacia el oriente de la ciudad y que alude a un Cristo enseñando, de ahí el nombre que tomó la capilla (Cristo Maestro); por su parte, el vitral de la Virgen María fue realizado por el importante dibujante, escultor, ilustrador, fotógrafo y pintor Sergio Trujillo Magnenat.

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Y el órgano fue obra del maestro alemán Oskar Binder. A pesar de ser una pieza muy valiosa y reconocida entre los músicos de la ciudad por su calidad, en los últimos años no se utiliza porque no hay organistas y, en el conservatorio de la universidad, no hay maestro que dicte esta especialidad.

El campanario es otra de las joyas de la corona, imponente por su altura y majestuosidad, se divisa desde casi todo el extenso campus y las campanas se lanzan al vuelo todos los días a las doce en punto, recordando que la celebración de la misa se lleva a cabo de lunes a viernes a las 12:15 p. m.

Recordatorios 

A la entrada de la capilla se encuentra, a la izquierda y como corresponde, una placa en piedra que rinde homenaje al padre Camilo Torres Restrepo; fue inaugurada durante la conmemoración de los 35 años de su muerte.

En ella se lee una de sus frases más repetidas que recuerda que “el deber de todo cristiano es hacer la revolución”. Su rostro esculpido en piedra, sin mucha fortuna, da la bienvenida.

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En el interior de la capilla, en la parte delantera del edificio y también a mano izquierda, en una placa en mármol, figuran los nombres de los doce estudiantes asesinados los días 7 y 8 de junio de 1954, bajo la dictadura de Rojas Pinilla, entre ellos el dirigente Uriel Gutiérrez, cuyo nombre bautiza a las residencias estudiantiles masculinas que, en la actualidad, son destinadas a las labores administrativas.

El padre Campo Elías nos dice que la placa recordatoria de los trágicos sucesos de aquel junio de 1954 trae la memoria de jóvenes luchadores que salieron a protestar por la situación política y no merecían ser baleados. “Son un recuerdo de hechos que no deben ocurrir nunca más”, comenta con gran seriedad, característica que no le es corriente porque vive siempre con su rostro sonriente.

Los sacerdotes Luis Carlos Bernal (i) y Campo Elías Robayo (d), los actuales capellanes del oratorio.

Foto:

Néstor Gómez. EL TIEMPO

Cumpleaños celebrado

Durante todo el año se vienen realizando actividades para conmemorar los setenta años. Una de ellas, el pasado 14 de febrero, fue un seminario en homenaje al padre Camilo Torres y su legado como sociólogo, que contó con la participación de tres sacerdotes que ejercieron la capellanía y de un profesor que ha realizado una investigación de su obra teórica y empírica.

En marzo se inauguró una exposición que, bajo el título La espiritualidad en el arte abstracto, reunió seis importantes obras de los maestros Eduardo Ramírez Villamizar, Carlos Rojas y Fanny Sanín; de las ceramistas Cecilia Ordóñez y Diana Fraser, y del escultor Oscar Posada. La muestra se abrió acompañada de un concierto de tuba y violín.

La agenda que han preparado los capellanes promete más conciertos, varias presentaciones de los coros de la universidad y otras actividades que aparecen reseñadas en la página de internet de la Capellanía.

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Piedras enigmáticas

En los años ochenta, los estudiantes de arte Mónica Bermúdez, Andrés Villamil, Juan Andrés Molano Arenas y Mauricio Franco presentaron como trabajo de grado once piedras intervenidas por ellos, que se dispusieron en la entrada de la capilla, en forma circular, provenientes de diversos sitios del país y que titularon Naturaleza herida. El día de la inauguración llovió a cántaros, pero cuando el rector Guillermo Páramo se dirigió a dar apertura a esa intervención artística, la lluvia cesó y el sociólogo improvisó un bello discurso que aún se recuerda.

Las piedras, meses después, se dispusieron en otros lugares y dieron paso al jardín, uno de los más cuidados del campus.

Allí se encuentran, ahora, las tumbas de los sociólogos y profesores de la universidad, María Cristina Salazar y Orlando Fals Borda. Este último fue, junto con el padre Camilo Torres, el creador de la facultad de Sociología y uno de los autores del estremecedor y esclarecedor libro La violencia en Colombia, escrito en compañía del respetado y valiente jurista Eduardo Umaña Luna y de monseñor Germán Guzmán Campos, también capellán de la Cristo Maestro y párroco, por muchos años, en el municipio de Líbano (Tolima).

Labores parroquiales

Como cualquier otra iglesia católica, en la Capilla Cristo Maestro se celebran bautizos, primeras comuniones, matrimonios, confesiones y demás oficios religiosos; pero, tal vez, las despedidas son las que concitan mayor número de personas en sus amplias instalaciones.

Se recuerda, con gran emoción, el adiós al sociólogo Alfredo Molano Bravo, en octubre del 2019. Después de que se hiciera un recorrido con su ataúd desde el edificio de Sociología —donde estudió y se graduó— hasta la capilla, dos centenares de hombres y mujeres mustios y llorosos se juntaron a su alrededor para expresarle su cariño y pesar por su muerte, en ceremonia concelebrada por los capellanes y sacerdotes amigos de Molano.

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Esta capilla seguirá siendo uno de los espacios más resguardados y queridos del campus, pues el jardín que la rodea es uno de los sitios más agradables de la Nacho, donde se respiran paz y tranquilidad, sensaciones por las que abogan a diario sus 36.000 estudiantes, sus profesores y trabajadores, para la ciudad y el resto del país, armonía social cada vez más esquiva en casi todo el territorio nacional.

Para los capellanes Campo Elías y Luis Carlos, la constancia y la oración vencerán la violencia y, por este motivo, redoblan su acción espiritual de manera tan fuerte como es el sonido de su campanario.

MYRIAM BAUTISTA
Especial para EL TIEMPO

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